Recuerdo haber oído desde bien pequeña esa frase que decía que durante los meses con R, no debía de tomar el sol. La mayoría de las veces, quien me lo sugería no buscaba otra cosa que evitarme un buen catarro o algún dolor de cabeza, y aunque nunca he querido llevarle la contraria a las grandes mentes que me han rodeado desde la infancia, hoy venimos a desmontar algunos mitos y a descubrir las dos caras que tiene esta moneda.
¡Vamos allá!
-
“No debes exponerte al sol en invierno”: ningún estudio ha logrado confirmarme desde entonces que un resfriado venga provocado directamente por el sol. Lo que sí que he aprendido a lo largo del tiempo, es que la exposición solar prolongada y sin protección, acelera el envejecimiento de mi piel, promueve la aparición de marcas, fija las imperfecciones derivadas de mis granitos y acelera la aparición de arrugas. Esto no quiere decir que tenga que pasarme los días de sol del invierno encerrada en casa – os recuerdo que el sol es fuente de vitamina D, componente importante en el mantenimiento de la salud -, sino que debo usar protector solar a diario.
-
“El acné mejora con el sol”: desde luego, lo que es cierto es que el sol potencia el propio poder antiinflamatorio de la piel, por lo que puede ser beneficioso para condiciones como el acné y otros trastornos inflamatorios. Pero esto no puede hacerme olvidar cómo se disimulan mis imperfecciones en verano: con el engrosamiento de la piel y la producción de melanina, dos procesos que son capaces de tapar las marcas y granitos momentáneamente, pero que son también responsables de hacer estas marcas persistentes en el tiempo.
-
“Los efectos de la radiación UV cambian con las estaciones”: quizás alguno considere esto hilar muy fino, todos sabemos que la intensidad de la radiación aumenta en verano. Los rayos inciden con mucha más intensidad cuando se encuentran en la vertical, pues atraviesan la atmósfera por el camino más corto y esto hace que se vean menos atenuados. En invierno, esta vertical no se alcanza, por lo que la atmósfera es capaz de frenar la radiación en mayor medida. Pero seamos claros, la radiación es la misma, y con sus mismos efectos: fotoenvejecimiento, manchas, lunares…
El resumen de todo esto es que, en los meses con R, al igual que en los meses sin ella, hemos de mantener viva la importancia de una exposición solar saludable, que pasa por el uso de protección solar a diario, evitar los excesos y horas de máxima intensidad y utilizar rutinas de cuidado facial que integren aquellos activos con los que combatir los efectos dañinos que el sol provoca en nuestra piel (antioxidantes, hidratantes, fotoprotectores, etc). ¿Quieres descubrir el cuidado facial que necesitas esta temporada? Aquí tienes el link a nuestro test.