La importancia que tiene el sol sobre nuestra piel es tan grande que debemos tener en cuenta cómo aprovechar sus beneficios a la vez que nos protegemos de él para que se convierta en nuestro mayor aliado antes que en nuestro peor enemigo.
La luz solar emite radiaciones de tipo ultravioleta, infrarroja y por supuesto, luz visible. Del tipo de radiación, alcance y longitud de onda, dependen los efectos que tenga la misma sobre nuestra piel.
Así, sabemos que la radiación ultravioleta A (UVA) es responsable tanto del bronceado como del envejecimiento prematuro. Es el primer ejemplo de que el sol puede aportarnos al mismo tiempo beneficios como daños. En cuanto a los ultravioleta B, pueden causar el eritema y quemaduras debidas a la sobreexposición sin protección, así como la mayoría de cánceres cutáneos. Por suerte, una de las radiaciones más peligrosas, la UVC, no es capaz de llegar a la superficie terrestre al quedar retenida por la capa de ozono. Por otro lado, los infrarrojos que emanan de la radiación solar, son responsables de la sensación térmica que se genera a causa de la exposición y que en la mayoría de los casos da lugar a la congestión y rubor por dilatación de los capilares sanguíneos. La luz visible, que como su nombre indica es la responsable de que podamos ver los objetos y distinguir los colores, junto con la anterior potencia los efectos provocados por la UVA y UVB y además engloba la ya famosa luz azul, a cuya exposición parece estar asociado cierto tipo de envejecimiento y pérdida de elasticidad de la piel, ocasionado por la formación de radicales libres.
Por ello es importante encontrar la forma de aprovecharnos de los beneficios de la exposición solar minimizando los riesgos mencionados anteriormente, ya que la radiación es responsable no sólo de un bonito bronceado, sino también otros muchos factores:
- Estimula la producción de vitamina D y la consecuente metabolización del calcio, que asegura un correcto crecimiento durante la infancia, evita alteraciones como el raquitismo y mejora la evolución de condiciones como la osteoporosis en adultos y ancianos.
- Es responsable a nivel psicológico de generar emociones positivas gracias a que aumenta los niveles de serotonina.
- Regula los ciclos de sueño gracias a que reduce los niveles de melatonina, lo que nos ayuda a sentirnos más despiertos a la luz del día.
- Tiene un efecto antimicrobiano, antiinflamatorio y promotor de la cicatrización, de manera que mejora la condición de aquellas pieles con alteraciones relacionadas con la microbiota y ciertas lesiones cutáneas como el acné, la psoriasis o las dermatitis.
Por todo ello, es recomendable realizar una exposición al sol controlada, de unos 15 minutos diarios, fuera de las horas centrales del día y siempre dotados de protección frente a las radiaciones dañinas. Puedes aplicar tu protección solar en un producto específico para ello, o puedes incluir factor de protección en tu crema de día seleccionando esta opción en nuestro cuestionario de diagnóstico.